jueves, 14 de mayo de 2009

El Hilo del Toreo en Ciudad Juárez




El maestro Pepe Alameda en su libro El Hilo del Toreo, describe como existe una tradición y conocimiento del toreo que no se ha roto desde sus inicios. Los matadores de una generación pasan a los nuevos participantes su sabiduría, avances y descubrimientos, no solo por procesos formales sino también por la sensibilidad eterna. La historia taurina de Ciudad Juárez, Chihuahua participa de este hilo conductor presente en el toreo. La fiesta brava primitiva de nuestra ciudad, como en todas partes, era muy cercana a las tareas del campo, al manejo del ganado, o al uso del toro para el entrenamiento de los señores jinetes en el arte de la guerra ecuestre.
Después el toreo a caballo cedió al toreo de a pie. Los ayudantes de los señores tomaron mayor relevancia, y constituyeron una segunda etapa de la fiesta brava, donde la lídia era más una labor de cuadrilla que de a solitario. A finales del siglo XIX, ahí nos encontrábamos, según revelan los documentos sobrevivientes, en esa segunda etapa donde las cuadrillas llevaban la lídia, donde existía mucho uso del capote y numerosas largas a una sola mano. Las actuaciones en solitario eran dos las relevantes: la labor del picador y la suerte suprema llevada a cabo por el matador. Pero la más impactante y vistosa suerte era ver a los picadores en sus montas, sin el peto protector recibiendo y parando con la vara al toro bravo. Las imágenes que se muestran se observan tarjetas postales de nuestra ciudad al principio de la primera década del siglo XX, reflejando esa importancia de la suerte de picar para ese tiempo. Sin olvidar la muerte constante de los caballos, que salían igual que el toro muerto actual arrastrados por las mulillas.
La labor de muleta era más para acomodar al toro en la suerte de muerte. No será hasta la década de los 1930´s cuando la lídia se acerque más a lo que es en la actualidad.